Una paciente agradecida entró en el consultorio con una funda negra, la abrió y dejo caer sobre mi escritorio una auyama, que por la sonrisa que mostró me hizo sentir que lo hacia con amor.
En otros años, era frecuente ver regalitos rurales asi como estos en los consultorios, pacientes de comunidades humildes, pero agradecidos, sacaban de su cosecha o sus crianzas un presente para el doctor que alivió sus penas, hoy día es menos frecuente, tal vez porque lo que tienen en el campo no les alcanza para la familia, o porque no les parece comodo depositar sobre un escritorio un rubro de ese calibre.
Lo cierto es que yo estoy planeando el pastelon que comeré de esta calabaceracucurbita (cientificamente) y mi gratitud a esta humilde señora...