Con frecuencia recibo pacientes con males tan diversos, a veces inespecíficos y de poca importancia o relevancia, frente a un real problema de salud que le afecta.
Su magistral exposición inicia diciendo "doctor, yo tengo de todo" a lo que le sigue una detallada lista de situaciones simples que ellos magnifican, a veces puntualizando en cosas vanales y excluyendo lo que realmente tiene valor clínico.
Ahí entro yo a desenlazar el melodrama, como si se mezclara la primera con la ultima escena, lo que debo hacer con delicadeza, hacerlos entender que esto o aquello no es importante y que otras cosas si cobran valor, todo esto para no despertar una reacción exasperada en ellos.
El que llegó sufriendo de todo termina sufriendo de nada y con una prescripción en sus manos que solo incluye algunos farmacos analgésicos o digestivos, lograr esto sin que el paciente se sienta desatendido, o no comprendido y defraudado es una batalla que libero con frecuencia, para todo lo demás, tengo un frasco con todo tipo de píldoras y en un lenguaje bromista le digo: "si sufre de todo, aquí tengo pastillas para todo, busque un vaso de agua y comience a tomar ya!"